ESCRIBE: JORGE MANCO ZACONETTI (ECONOMISTA E INVESTIGADOR DE UNMSM)
La compañía que se haga cargo de operar el complejo metalúrgico de La Oroya, ya sea como parte del proceso de liquidación o en una eventual reestructuración de Doe Run, deberá tener un buen respaldo financiero para cumplir con las obligaciones que arrastra dicha empresa.
Obligaciones tanto con sus acreedores, al haber dejado de pagar sus deudas, y con el Gobierno, al no haber cumplido con la culminación de sus Programa de Adecuación y Manejo Ambiental (PAMA), en el que está pendiente la construcción de la planta de ácido sulfúrico y el circuito de cobre. Solamente en este último aspecto requerirá invertir unos US$ 150 millones antes de comenzar a operar el complejo metalúrgico. (Hay que recordar que, hasta el 2008, Doe Run había invertido US$ 330 millones y en el proceso de privatización solo se había calculado US$ 127 millones en el mejoramiento ambiental).
Asimismo, para que esa empresa sea rentable en el tiempo requiere operar al cien por ciento de sus capacidad en el refinamiento de concentrados mineros. Para poder hacerlo, no será suficiente con la producción que pueda generarle su mina Cobriza y que representa apenas el 5% de su capacidad de producción.
Cabe recordar que hizo mal el Comité Especial de Privatización (Cepri), que coincidentemente presidía el ahora ministro de Energía y Minas, Jorge Merino, al venderla en 1997 sin las unidades mineras que tenía en esa época Centromín Perú, como Casapalca, Cerro de Pasco, entre otras.
Sin embargo, para lograr el nivel de concentrados que requiere todo su sistema de producción deberán participar como proveedoras las empresas mineras más grandes que operan en la zona central del país, como Volcan y Cormin, que coincidentemente son acreedoras de Doe Run.
También podría significar un problema para el futuro de la empresa la edad de un porcentaje importante de los actuales trabajadores de Doe Run, que están más cercanos a su jubilación que a reanudar sus labores en el complejo metalúrgico de La Oroya.
Como se observa, el futuro del complejo metalúrgico de Doe Run es - aunque suene paradójico- realmente complejo y tiene una serie de problemas por resolver, pero no por ello deja de ser viable económicamente en el largo plazo.
Este negocio podría resultar atractivo para empresas mineras como Volcan o Cormin, que tienen la fortaleza financiera para asumir ese reto.
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