¿QUIÉN MORALIZA A LOS MORALIZADORES?
ESCRIBE: JORGE MANCO ZACONETTI
No tengo
la más mínima simpatía por el presidente Kuczynski que el día jueves 21
seguramente será vacado por la mayoría fujimorista con el apoyo de parte de la
bancada aprista, y otras fuerzas parlamentarias como el Frente Amplio liderado
por el ex cura Arana, bajo los supuestos principios de la lucha contra la corrupción.
En verdad,
según politólogos y entendidos en la materia, todo ello representaría un “golpe
de estado” desde el Congreso de la República pues no se estaría respetando el
llamado debido proceso en el juzgamiento al presidente de la República, no se
han terminado las investigaciones a nivel de la fiscalía, ni de la propia
comisión “lava jato” presidida por el propio fujimorismo.
Desde el
punto de vista institucional nuestra democracia es débil, frágil, adolescente
pues los partidos políticos son disfuncionales, se activan solamente en los
tiempos electorales, algunos tienen una fuerte presencia familiar, hay partidos
de allegados y amigos, o han sido capturados por cúpulas partidarias ajenas a
las fuerzas que supuestamente representan.
Sin
embargo, debiera llamar la atención el carácter político y económico del
fujimorismo que gobernó el país mediante una dictadura desde el 5 de abril de
1992 hasta el 2000, estableciendo un sistema general de corrupción, copando y
capturando todos los poderes, comprando votos de congresistas, con jueces y
fiscales a sueldo, degradando las instituciones, rematando las empresas
públicas, con un régimen de prebenda y asistencialismo que le permitió una base
social popular que hasta hoy mantiene, a pesar del cáncer de la corrupción.
LA ENTRAÑA CORRUPTA
Como
testigo de excepción profesionalmente he sido asesor de don Gustavo Mohme
Llona, Javier Diez Canseco y José Carrasco Távara entre 1997 y el 2006; también
he formado parte de varias comisiones investigadoras en el Congreso de la
República, en especial de la Comisión de Delitos Económicos en el 2001, y puedo
atestiguar sobre la entraña corrupta del fujimorismo, que quiere volver al
poder en alianza con las grandes empresas y grupos de poder, que concentran y
controlan los sectores económicos más importantes de la economía peruana.
Siempre me
he preguntado sobre las razones por las cuales después de la recuperación democrática
en el 2001, con el fugado presidente Alberto Fujimori que renunció mediante una
carta enviada por fax y fuera vacado por el Congreso de la República por
“incapacidad moral”. Con los principales líderes fujimoristas, congresistas,
oficiales de las fuerzas armadas, magistrados, en desgracia, muchos de ellos presos;
han pasado los años, y en las elecciones del 2011 y 2016 por medio de la hija
del dictador, Keiko Fujimori, pudo disputar la presidencia pues perdió las
elecciones con una mínima diferencia.
¿Qué ha
pasado en la política peruana y en la democracia para que el fujimorismo
reducido ayer a la más mínima expresión, resurja hoy a pesar de los gobiernos
democráticos? ¿Qué errores, delitos, faltas han cometido los gobiernos de
Alejandro Toledo, Alan García Pérez, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski,
para que el fujimorismo sea hoy la principal fuerza política, a pesar de la
historia?
Esta
interrogante adquiere la mayor importancia ahora que el escándalo Odebrecht
sacude la política y la economía peruana, por la extensión y profundidad de la
corrupción real y aparente. Si bien esta empresa brasileña opera en nuestro
país desde 1978, los negociados y malas prácticas de Odebrecht están solamente limitados
a las grandes inversiones públicas con participación privada durante los gobiernos democráticos de los regímenes
citados.
Se debe reconocer que la corrupción puesta de
manifiesta es la misma que justificó el proceso de privatización de rentables
empresas a precios de remate, sin planeamiento ni estrategia nacional de
desarrollo. Es la misma corrupción que estuvo detrás de los rescates
financieros de 1997/1998 de los bancos quebrados Wiese, Latino, NBK, y Nuevo
Mundo, de las operaciones irregulares con la deuda externa, las comisiones
ilegales en las compras de armas, los manejos indebidos con el fondo militar
del fondo de pensiones, y las actividades ilícitas del asesor Vladimiro
Montesinos.
Se debe tener entender que la corrupción es
un producto histórico-natural del modelo económico neoliberal que se ha
instaurado desde 1992 a la fecha. El capitalismo secreta crisis y corrupción,
sin embargo la democracia es el único sistema que a través de la regulación y
la transparencia puede denunciar las prácticas corruptas y establecer las
sanciones correspondientes. Por ello, no debemos olvidar la historia sobre el
costo de la corrupción durante el régimen del fujimorismo.
Por ello, repensar un “capitalismo sin
corrupción” es como pensar en un “capitalismo sin crisis”, al igual que un
hierro de madera, o un círculo cuadrado. Por tanto es importante recordar y
tener siempre presente la historia, de allí la estimación de los costos
directos e indirectos de la corrupción en el período 1990-1999 en millones de
dólares.
LOS
COSTOS DE LA CORRUPCIÓN
El historiador económico Alfonso W. Quiroz en
su clásico libro “Historia de la Corrupción en el Perú” realizó una estimación
de los costos de la corrupción durante el régimen del fujimorismo desde 1990 a
1999, identificando a dicho régimen como el más corrupto de la historia
republicana. El cálculo realizado por el notable historiador tempranamente
desaparecido, ha sido estimado en un total de US $ 14,091 millones de dólares,
de los cuales US $ 4,091 millones corresponden a los costos directos, y un
monto de US $ 10,000 millones de dólares por inversiones extranjeras perdidas,
aplicando el principio del costo de oportunidad. Ello se puede observar en el
cuadro respectivo “Principales costos directos e indirectos de la corrupción,
Perú, 1990-1999” en millones de dólares.
No debiera extrañar el primer lugar en lo referente
a los montos de la corrupción producto de las privatizaciones donde se perdió
la suma de US $ 1,400 millones de dólares, sea por valorizaciones interesadas,
precios pactados irrisorios, mínimos, compromisos de inversión franciscanos,
entrega de lotes petroleros con reservas probadas de hidrocarburos. Un ejemplo,
la Refinería La Pampilla principal activo industrial de PetroPerú fue
valorizada en US $ 110 millones de dólares cuando en 1995 generaba como unidad
independiente utilidades mayores a los US $ 65 millones de dólares y con
ingresos por ventas superiores a los US $ 800 millones de dólares anuales.
El proceso de privatización de las empresas
públicas, de transferencia de activos, de empresas rentables para favorecer la
valorización del capital privado. Este proceso de transferencia de riqueza a
favor de grandes empresas transnacionales y grupos de poder local, ha
significado una pérdida económica producto de prácticas corruptas, tal como
demostró el Informe Final de la Comisión de Delitos Económicos bajo la
presidencia del extinto congresista Javier Diez Canseco.
Según
el historiador Alfonso Quiroz, mediante malversaciones, sobornos, favores y
decretos secretos, la sociedad y el estado peruano dejaron de percibir
un aproximado de US $ 1,400 millones de dólares mediante el proceso
privatizador. Ello explica por ejemplo como las unidades mineras de Centromín,
como Andaychagua, San Cristóbal, Cerro de Pasco fueran transferidas a precio de
regalo a la minera Volcan del grupo Letts Colmenares.
La privatización de las empresas mineras como
Condestable, Cerro Verde, Minero Perú fueron transferidas a una fracción de su
valor a favor de las grandes empresas transnacionales, con mínimos compromisos
de inversiones, las cuales se han beneficiado del boom de precios de los
minerales en el período 2003/2013. ¿Alguno ha calculado lo que ha perdido el
estado con las privatizaciones mineras?
Lo mismo se reprodujo con la privatización
fragmentada de las unidades, activos y filiales de PetroPerú, la principal
empresa del sector de hidrocarburos hasta antes de 1995. Sirva de ejemplo el
caso de la envasadora de GLP Solgás cuya mayoría accionaria fue vendida en 1992
a menos de US $ 7.5 millones cuando generaba ingresos mayores a los US $ 40
millones de dólares y utilidades anuales superiores a los US $ 2.5 millones.
Lo paradójico es que los nuevos dueños en
1995 revendieron esta empresa por más de US $ 38 millones a la transnacional
española Repsol que controló más del 40 por ciento del mercado del gas licuado
de petróleo (GLP) hasta hace poco.
PRÁCTICAS
CORRUPTAS
En especial cabe destacar los costos de la
corrupción que involucran a la presidencia y al servicio secreto de Alberto
Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos, donde sobresalen los manejos de las
ONGs Apenkay, los montos de contingencia por más de 122 millones de dólares, de
los cuales US $ 15 millones fueron utilizados para pagar una CTS, una indebida
compensación por tiempo de servicios al siniestro asesor. También se estima la
corrupción por las transferencias del Servicio de Inteligencia (SIN), los
desfalcos de la aseguradora Popular y Porvenir, el tráfico de drogas que en
algún momento comprometió al avión presidencial, y a los buques de la marina.
EPÍLOGO
Han pasado más de 25 años desde el golpe del
llamado 5 de abril de 1992, y pareciera que no hemos aprendido la lección. La
entraña corrupta del fujimorismo que tiene el control mayoritario del Congreso
de la República por la debilidad de las fuerzas democráticas aspira a la
vacancia presidencial bajo el supuesto principio de la incapacidad moral del
actual Presidente de la República que ganó las elecciones en un reñido proceso.
Las fuerzas democráticas, progresistas y
populares no pueden violentar el debido proceso y vacar al presidente sin una
acuciosa investigación, de allí que debemos apoyar la continuidad y legalidad democrática, rechazando el
acaparamiento del poder y el control total de las instituciones por parte del
fujimorismo. ¡El poder absoluto corrompe absolutamente!
Los efectos económicos de la inestabilidad política
tendrán efectos negativos en nuestro país que gracias a la restauración
democrática del 2001 pudo asegurar un crecimiento económico inducido por el
sector externo y los buenos precios de los minerales. Sin embargo, los costos
de la corrupción y la inestabilidad nos está pasando la factura no solamente
por el retraso de la construcción del gasoducto del sur, en la construcción del
aeropuerto de Chincheros, la demora en las inversiones en la reconstrucción del
norte del país, en la subida del precio del dólar y en la postergación de las
licitaciones de proyectos mineros como Michichillay y otras inversiones más.
Por último, no deja de ser una paradoja de la
historia que partidos y grupos políticos genéticamente identificados con la
corrupción como el fujimorismo y el Apra de García encabecen la lucha contra la
misma, queriendo vacar al presidente de la República sin el debido proceso
legal.
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