EN SAN
JUAN Y MIRAFLORES LO QUE NUNCA SE DEBE OLVIDAR
ESCRIBE: JORGE MANCO ZACONETTI
Existe una leyenda negra respecto a la
defensa de Lima en la guerra que sostuvo nuestro país contra Chile e Inglaterra
por el Guano y el Salitre, respecto a las jornadas del 13 y 15 de enero de
1881, cuando prácticamente el ejército profesional había sido liquidado en la
Campaña del Sur a pesar de la épica victoria en Tarapacá; es más, el presidente
Mariano Ignacio Prado había sido depuesto en su alta responsabilidad ante un
vergonzoso viaje con sabor a traición; el insigne monitor Huáscar navegando
bajo bandera chilena bloqueaba y cañoneaba puertos peruanos, y el ejército
boliviano se había retirado al interior en una acción de deslealtad histórica
que hasta hoy tiene lamentables consecuencias.
Prácticamente los defensores de Lima en las
batallas de San Juan, Chorrillos y Miraflores se enfrentarían a un ejército
profesional de más de 25 mil soldados, con apoyo de una poderosa flota, una
excelente caballería y una moderna artillería con cañones Krupp probados en la
guerra franco/prusiana de 1871, contando con miles de auxiliares chinos que
consideraban al capitán de navío experto
en saqueos, Patricio Lynch el “Emperador Rojo”, pues como ex oficial de la marina
inglesa conocía el chino mandarín, y les prometía en su idioma mejores
condiciones de vida ante la cruel explotación de las haciendas de la costa
peruana y las oprobiosas condiciones de los coolíes en las islas guaneras.
En esas condiciones, en noviembre de 1880 había
la certeza que el ensoberbecido ejército chileno desembarcando en Chilca, en
las playas de Curayacu, juntándose con la división de Lynch que avanzaba desde
Pisco, en una marcha de rapiña hacia Lurín convertía en inexorable el asalto a
las líneas de defensa de San Juan de más de 20 kilómetros de extensión
defendida por los restos del ejército profesional y guardias nacionales de diferentes
provincias del país.
Así, a partir de las primeras horas de la
madrugada del 13 de enero, aprovechando la neblina y la extensión de la primera
línea de defensa defendida por lo que quedaba del ejército profesional, que fue
la batalla de San Juan la cual fue prácticamente atravesada en cuestión de horas, salvo la
heroica defensa del Morro Solar que recién fue tomado pasadas las 18 horas de
la tarde, luego de avances y retrocesos donde en algún momento la victoria pudo
favorecer a las fuerzas peruanas. En todo caso el ejército invasor tuvo un alto
costo de muertos y heridos según sus propias fuentes.
Allí, en el Morro Solar que debiera ser un
recinto sagrado con llama votiva las 24 horas, está ahora atravesado de antenas
de TV, radios con invasiones indebidas. En el histórico Morro curiosamente pelearon
tres futuros presidentes conjuntamente con los soldados y oficiales que combatieron
valientemente bajo órdenes del coronel Miguel Iglesias que vio morir a su hijo
mayor, el empresario tarapaqueño Guillermo Billinsghurst y el joven Augusto B.
Leguía que combatía envestido en el grado de sargento.
Con la conquista de los balnearios del sur de
la ciudad de Lima, la llamada capital de los virreyes, la misma que tenía en
Chorrillos y Barranco, los balnearios más modernos de esta parte del Pacífico,
con casinos, baños, y casas de descanso de la llamada plutocracia que se había
enriquecido con la explotación mercantilista del guano. Los llamados nuevos
ricos, los conocidos consignatarios que asaltaron el presupuesto público
pagando cifras ridículas al estado por tonelada de guano para ser revendido al
mejor precio al mercado mundial.
Ello no debiera extrañar en una República
Extractivista donde la riqueza de la Nación se valoriza a precio vil, pues lo
mismo sucede con el gas natural de Camisea que se exporta del lote 56, con el
agua potable de pozos usufructuada por unas cuantas empresas con precios
ridículos, con los recursos mineros como el cobre y el oro, donde el estado
percibe miserables ingresos (regalías) por la explotación de tales recursos
naturales no renovables.
MIRAFLORES:
MAUSOLEO DE LOS JÓVENES
En ese contexto, con todos sus errores el
Dictador Nicolás de Piérola organizó la defensa de la ciudad capital,
prácticamente convocando al pueblo en armas a través de varios decretos
emitidos entre junio y julio de 1880, que obligaba a toda la población no
importando clase, gremio, casta y rango social a formar el llamado Ejército de
Reserva, convocando a los trabajadores de oficio, a los profesionales,
magistrados del poder judicial, a los estudiantes y profesores de la
Universidad de San Marcos, médicos de San Fernando, abogados, ingenieros, a los
banqueros y comerciantes, mineros, artesanos, y a los miembros de la
administración pública.
Así, desde julio de 1880, desde las tres de
tarde hasta las seis, todos los habitantes de Lima entre los 15 y 60 años
estaban obligados a practicar los rudimentos de la vida militar, marchas y
contramarchas, prácticas de tiro, construcción de parapetos, reductos,
trincheras, e incluso defensa absurdas como artillar el cerro San Cristóbal
denominada la Ciudadela Piérola, sin ningún beneficio táctico solo para
alimentar la egolatría del Dictador.
A pesar de todo si algún mérito histórico
tiene la figura de Don Nicolás de Piérola, llamado el Califa por su audacia,
arrojo y decisión, es haber levantado un ejército de la nada, con armamento
diverso, uniformado, pero con una mística que permitía la ilusión de una
resistencia efectiva y hasta la posibilidad de un triunfo ante un engreído
ejército, a pesar de las condiciones adversas.
En todo caso, se debe reconocer que Piérola,
al igual que Ramón Castilla, terminaron en la pobreza a pesar de haber ejercido
la presidencia de la República en la era de la riqueza del guano y salitre, a
diferencia de los presidentes de ahora, participantes activos de la corrupción
haciendo negocios privados a partir del asalto a los recursos del Estado con
las privatizaciones y asociaciones público/privadas como es el caso de
Fujimori, Toledo, García, Humala, y el felón de PPK.
En tal sentido, el Bando de Alistamiento
General julio de (1880) firmado por el coronel Juan Martín Echenique, hijo del
ex presidente Rufino Echenique, más dedicado a la guerrillas de alcoba según
Manuel Gonzáles Prada, que a sus labores de prefecto del departamento de Lima y
Comandante en Jefe del Ejército de Reserva, decía que: “se ha dispuesto el
alistamiento en masa de todos los peruanos varones existentes en esta capital
que no hayan cumplido 60 años ni sean menores de 16 (…..)
Art. 1 Todo ciudadano residente en la capital
que se halle comprendido en las edades ya determinadas, se presentará a
inscribirse en su respectiva división, desde el domingo 11 del presente (
julio) hasta el sábado 17 inclusive, de las 12 a las 5 horas de la tarde.”
Al respecto el art. 2 contemplaba la
formación de las divisiones según el oficio, profesión y gremio. Por tanto, la
Tercera División del Ejército de la Reserva estaría, “comandada por el señor
coronel don Serapio Orbegoso, y que se formará de los profesores y estudiantes,
(que) concurrirán a los claustros de la universidad”
Se debe tener presente que la Universidad de
San Marcos físicamente funcionaría en el local conocido como la Casona del
Parque Universitario después de 1860, pues antes funcionaba allí el Colegio San
Carlos, un centro de estudios superiores donde también se formaba la elite
intelectual del Perú y América Latina.
De allí que el batallón universitario que se
formó se denominó el batallón Universitario Carolino, compuesto por cuatro
compañías con plazas de 600 soldados, y cuyos oficiales eran civiles con grado
militar y la participación de algunos oficiales profesionales, que se batieron
bravamente en la batalla de Miraflores, con un alto costo de muertos y heridos,
donde lo más selecto de la inteligencia y la juventud limeña ofrendaría su
sangre en la defensa del honor y dignidad nacional.
En general, tal fue el espíritu patriótico
que se formaron 10 divisiones con una brigada de artillería y caballería, de
los cuales se batirían heroicamente los que defendían los primeros cuatro
reductos de los nueve que mandó a construir el Dictador; tales reductos de los
cuales preservamos el Nº 2, trataban de imitar la experiencia de la guerra
rusa/turca que se adoptaba como modelo, con un ejército de escasa preparación,
con una larga extensión por defender, y sin el armamento adecuado.
Estos reductos iban separados en menos de 900
metros y cubría lo que hoy sería parte de los distritos de Miraflores y San
Borja, es bueno tener en cuenta que en ese entonces tales lugares estaban
poblados con fincas, chacras, y algunas casas de descanso sobre todo a
extranjeros, atravesados por acequias, tapiales propios del mundo rural.
Al margen de lo sucedido el jueves 13 en la
batalla de San Juan, según testimonios de Alberto Ulloa que participó
activamente, cuando describe sobre dichas batallas “… Jefes de toda graduación
inundaban las avenidas del ferrocarril, formando una espantosa confusión. No
provenían tantos dispersos de una división desbandada, como habíamos oído
decir; era todo un ejército en fuga…” según A. Ulloa, testimonio “Lo que yo vi”
En cambio el sábado 15 de enero en lo que se
conoce como la batalla de Miraflores donde participa el llamado Ejército de la
Reserva, que era prácticamente el pueblo en armas, el parte del general Pedro
Silva Jefe del Estado Mayor dirigido al Dictador reconoce la participación
valiente y decidida de los trabajadores, comerciantes, estudiantes universitarios
etc. Como se ha señalado anteriormente. Así, escribe:
“Faltaría también a mis deberes sino
consignase en este oficio una palabra de aplauso justamente merecido para los
Batallones Nos. 2,4,6 y 8 del Ejército de Reserva que con la serenidad de
esforzados veteranos sostuvieron los reductos encomendados a su custodia sin
que los desalentase el terrible espectáculo de ver caer uno tras otro a sus
abnegados compañeros de armas.
Compuestos esos cuerpos de ciudadanos
pertenecientes a la parte más selecta de nuestra Sociedad, y no acostumbrados
por lo mismo a las penalidades y azares de la guerra, la gratitud Nacional se
halla aún más obligada para con ellos” (Fuente Guerra con Chile Partes
Oficiales. Editorial Los Pinos 1992, página 55).
En el mismo sentido, el coronel Andrés A.
Cáceres jefe de la segunda división que tuvo una parte activa y directa en el
frente de batalla, en su informe señala que: “El batallón N°. 4 de la Reserva,
merece un elogio especial en debido homenaje, a su bizarría. Él fue compuesto
en sus nueve décimas partes, de las clases más selectas de esta capital; y así
tuvieron en él su representación el foro, la magistratura, el magisterio, la
universidad, el periodismo, la banca, los propietarios, comerciantes o altos
empleados civiles y jefes de taller.
“Fueron jefes 1°.,2°. y 3°. del expresado
cuerpo los doctores Ramón Ribeyro, distinguido abogado, Ministro de Estado y
ex-diputado del Congreso y presidente de una de sus Cámaras; y Juan Corrales
Melgar, Ministro de Estado, ex-senador de la república y antiguo vista de la
Aduana del Callao, ambos ya fallecidos; y don Pablo Sarria, reputado
comerciante de esta plaza, que aún vive.
“El N°. 4 pertenecía a la 1ª. división del
1er. cuerpo del Ejército de Reserva, que la mandaba el Coronel D. Pedro Correa
y Santiago, propietario, ex-diputado y ex-alcalde municipal de Lima; y la 1ª. división
estuvo a órdenes del Coronel Dionisio Derteano, acaudalado banquero. Dicho
cuerpo del ejército ocupaba el 2°. reducto, a contar de la derecha.”
“En la batalla (de Miraflores) se distinguió
por su ardimiento y entusiasmo la 6ª. compañía que en su mayor parte fue
compuesto de universitarios. Tenían por sargento 1ª. al ilustrado y patriota
Saturnino del Castillo, quien vivía consagrado al magisterio en varios Colegios
de Lima, y había ya publicado algunos textos de enseñanza, que gozaban de
reputación, dándole a él, al circular provecho y renombre a la vez. …” Todos
estos datos se han extraído del libro de Jenaro Herrera, catedrático de San
Marcos en una Monografía publicada en 1929 por encargo del Rector Matías
Manzanilla. “La Universidad de San Marcos y la Guerra del Pacífico” ( páginas
218/219)
SAN MARCOS
A LA VANGUARDIA
En verdad, la participación de la Universidad
de San Marcos se manifiesta desde el principio de la guerra un 5 de abril de
1879, incluso antes cuando el expansionismo chileno invade la costa boliviana.
Así, llevados por el entusiasmo juvenil exigen al Rector de ese entonces Dr.
Juan Antonio Ribeyro la conformación del batallón Universitario Carolino con
600 plazas para participar directamente en la Campaña del Sur, cuestión que la
Comandancia General reconoce, agradece pero declina pues por la falta de preparación
militar no era todavía tiempo de utilizar, como sí sucedería en la Defensa de
Lima.
En cambio se adoptó el criterio de sortear
entre todos los estudiantes voluntarios de la Universidad de San Marcos, para
elegir a tres jóvenes que representarían a la universidad en las distintas
batallas del sur, llevando el estandarte de nuestra casa de estudios. Esta
bandera formaba parte del batallón Zepita que estaba bajo órdenes del coronel
Andrés. A. Cáceres y dicho estandarte estuvo presente en San Francisco,
Tarapacá, Alto de la Alianza, Tarapacá, San Juan, Miraflores, Concepción,
Marcavalle, Pucará, y Huamachuco.
En cambio, en la Facultad de San Fernando,
donde se formaban los futuros médicos la demanda de cirujanos, practicantes,
auxiliares fue permanente. Tan es así que todos los buques de guerra desde el
Huáscar a la Unión tenían una dotación de médicos y practicantes de la
universidad. Es más, tal era la demanda que el propio Rector en la Defensa de
Lima tuvo que oficiar que todos los estudiantes de medicina comprendidos entre
el tercer año al séptimo estaban comprometidos en la defensa nacional, sea como
practicantes, o soldados.
Prueba de esta voluntad viril, patriótica de
la Universidad de San Marcos es que con el Rector, decanos de las diversas facultades,
profesores y estudiantes que participaron en la defensa de Lima lo constituye
los cientos de jóvenes que ofrendaron su vida en esas históricas jornadas. En
especial debemos destacar la participación de la facultad de Ciencias Políticas
y Administrativas la madre de la actual facultad de Ciencias Económicas, donde
su decano fundador el profesor francés Pablo Pradier Fodere se convirtió en un
enérgico defensor de la causa peruana en su retorno a Europa.
En la historia está demostrado que los
pueblos que no rinden homenaje a sus héroes y defensores, y que no conocen su
historia han de cometer los mismos errores. En tal sentido, así como ayer los
jóvenes y el pueblo en armas defendieron el honor nacional ante la agresión
chilena, hoy los jóvenes en especial
universitarios defienden las instituciones democráticas, la legalidad
por ello luchan contra la corrupción de nuestros gobernantes y un perverso
indulto presidencial que atenta contra los intereses de la República.
1 comentario:
Valioso artículo de las recias jornadas que enfrentaron al enemigo desembarcado y con cuartel general en Pachacamac y Lurín, que se iniciaron el 9 de enero de 1881, con la resistencia del Portachuelo de la Rinconada de Ate (9 En. 1881); la batalla de las lomas de San Juan y Chorrillos (13 En. 1881) y la dura ofensiva por Lima en Miraflores (15 En. 1881) vendría luego la entrada de las tropas divisionarias de Chile, en la capital a orillas del Rímac, el 17 de ese fatídico mes de 1881, un día antes de cumplir el trigésimo cuadragésimo sexto año un aniversario de su fundación española.
Las notas testimoniales consultadas por el autor destacan el comportamiento de las divisiones de la Reserva Peruana, que fueron diez, al mando del coronel pierolista Juan Martín Echenique, la presencia del batallón carolino, por decir así de los 600 alumnos de la Universidad Mayor de San Marcos, que se distinguió en Miraflores codo a codo en los reductos con el resto de la juventud peruana procedente de los empleos públicos, la Corte Superior de Justicia con magistrados y escribanos; los empleados, ingenieros, motoristas y peonada del Ferrocarril y los numerosos gremios son sus estandartes y banderas de guerra sumados a los procedentes batallones formados del territorio nacional que pasaron revista aquellos días.
La suerte nos fue adversa pero se hizo frente al enemigo con decoro y empeño, tal el texto en clara prosa de nuestro historiador Jorge Manco Zaconetti, descendiente por rama paterna de destacadas familias de Mala, escenario y jurisdicción de las proezas del coronel Sevilla con sus montoneros; y de la materna de dignas troncos de Zapiga, punto remoto de los calichales de Tarapacá por lo que lleva en las venas el ardor tradicional de cuanto refiera la Guerra del Salitre tal como se conoce de las líneas que acabamos de leer.
Gracias por esas importantes notas de investigación.
Luis Siabala Valer
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