Exordio: En estos días de
turbulencia parlamentaria se habla mucho del apellido de origen chileno
Sepúlveda, hay posiblemente un correlato familiar con quien murió al frente de
una sección de la caballería peruana que quiero recordar con motivo de la
Guerra del Salitre (1879-1883)
Tarapacá, Nov. 06,
1879. 10:00 horas
Acción en Pampa
Germania
Despejada
la espesa camanchaca, forma local de llamar a la densa neblina que suele velar
el desierto en las madrugadas y primeras horas del día en esas meridionales
latitudes, es posible observar entonces la pampa que se extiende rutilante de
S/N y O/E con zonas de cerrillada agreste y oquedades producto de la intensa
extracción del caliche.
La
avanzadilla, una pareja de jinetes peruanos, desde un altozano a vista de
anteojo, emite señas reglamentarias informando terreno despejado de tropa
enemiga.
La
sección de la caballería peruana, 44 jinetes provistos de rifles, destacamento
tomado del Regimiento Húsares de Junín N° 1 al mando del teniente coronel Juan
Buenaventura Sepúlveda y su similar del regimiento boliviano Bolívar N° 1 del
Húsares, armados de sables que conduce el comandante Soto avanzan entonces
seguros rumbo al norte procedentes del puerto de Iquique de donde venían; el
jefe peruano después de tomar breve contacto con las tropas del general Juan
Buendía jefe de la importante plaza, capital de la Provincia Litoral de
Tarapacá, sede de un importante contingente de tropa y equipo, continuó su
avance de exploración hacia su destino, lo habían hecho en marchas forzadas por
Pozo Almonte con dirección a Pisagua, vía Agua Santa y a esa hora hacían un
alto horario a la vista de Pampa Germania, antigua oficina salitrera de las que
por entonces habían establecidas.
En
esta inteligencia, el jefe del destacamento dispuso las seguridades de
ordenanza para descansar las agotadas tropas a las que se ordenó en parte
desmontar y desensillar. Así los 90 jinetes llegan y hacen alto al abrigo de
una considerable depresión del terreno cuyos bordes ocultan hombres y
caballada. La tropa apeada, fijados los vigías y separadas las acémilas en
lugar adecuado, se dispone un descanso. Sepúlveda ordena toque de llamada y de
inmediato el clarín con sus agudos tonos llena el silencio de aquella zona
donde el sol aviva su calor paulatinamente. Los oficiales apuran el paso para
recibir instrucciones.
Con
la expectación del encuentro de algún regimiento chileno, se colocan centinelas
con vista al N y al NO, lógicos caminos de ruta de colisión por lo que se afina
la mirada sobre cualquier polvareda o señal del avance del enemigo para detener
de inmediato su proyección en pos del campamento aliado, sede del grueso de las
tropas aliadas, cuyo punto más importante gravita al norte en el oasis o pozo
de Dolores, frente al cerro de San Francisco.
A
su vez, en la necesidad de explorar la zona peruana después del desembarco y
toma de Pisagua, el coronel chileno, Francisco Sotomayor ordenó al miliciano
Francisco Vergara, con grado de teniente coronel, la comisión de explorar el
sur de la pampa con unidades de avanzada de la caballería chilena y dejar
expedito el terreno a las tropas de infantería y artillería que ya estaban
dispuestas en el oasis de Dolores al que había arribado en ferrocarril desde
Pisagua donde se produjo un sangriento desembarco.
Era
el caso que los contendientes desconocían mutuamente sus posiciones, Sepúlveda
ignoraba la pérdida de Pisagua y el desembarco con avance por ferrocarril de
las tropas chilenas y su acomodo en los flancos y la cima del cerro San
Francisco; el enemigo invasor en expectativa nada sabía lo concerniente al
puerto de Iquique donde suponía que aún permanecía el ejército al mando del
general peruano Juan Buendía, contingente importante por su efectivo y
armamento.
Marchas de posible
colisión
Distancia
desde Iquique, Pozo Almonte hasta Pampa Germania: 76 Km recorridos a marchas
forzadas por los exploradores aliados de Sepúlveda.
Distancia
desde el campamento aliado de Dolores, frente al cerro de San Francisco,
ocupado por los chilenos hasta Pampa Germania: 30.5 Km recorridos por los
exploradores chilenos de Vergara.
Vergara,
en la intuición que los aliados hubiesen hecho lo propio de avanzar desde el
Sur en demanda de los chilenos sabía que en cualquier punto equidistante de
máxima referencia habría necesariamente que sostener un encuentro de armas.
Apuró entonces el paso con las precauciones militares del caso y ordenó una
avanzada de exploración la que llegó a Germania con ligera antelación de los
aliados y que convenientemente oculta pudo observar aquellos movimientos de que
hemos dado cuenta.
Tomando
nota de la dirección de la vigilancia aliada, con hábiles jinetes en buena
monta armados todos con carabinas Comblain y sables, los chilenos preparan una
sorpresa que en efecto les daría buenos frutos resultado de la disciplina de la
tropa, antelación y buen equipo: Vergara ordenó una finta y dejó que un piquete
apareciera por el NO, mientras el grueso del escuadrón practicó un prudente
rodeo para atacar a los aliados en espera de un enemigo por donde no se tenía
previsto, el sur, a la par que simulaba una retirada. La acción tuvo efecto con
los resultados propios de la sorpresa.
Exterminio de Pampa
Germania
Al
toque de generala, Sepúlveda dispuso la defensa con sus jinetes, una parte a
pie y la otra a caballo y se comprometió en un vigoroso esfuerzo contra tropas
de caballería que fueron apareciendo por los flancos; finalmente copados se
produjo el exterminio de ese valiente escuadrón, por fuego cerrado de las
carabinas chilenas y su crecido número. Los jinetes peruanos sólo tenían sable,
los bolivianos únicamente fusiles y tuvieron que batirse a caballo y a
culatazos. Los heridos fueron repasados y los prisioneros fusilados. El
comandante Sepúlveda del Perú y el mayor Soto de Bolivia se contaron entre los
muertos en batalla. Vergara dispuso perdonar la vida de un oficial aliado a
quien ordenó montar y salir del desastroso escenario para que contase a los
aliados, la eficacia de las armas chilenas y su acción victoriosa.
Datos biográficos
del jefe peruano
(versiones
coordinadas de las escasas disponibles)
Juan
Buenaventura Sepúlveda Fernández nació en la hacienda La Huaca, ubicada en la
provincia limeña de Cañete, el 14 de julio de 1848. Fue hijo de José Antonio
Sepúlveda Aldea, capitán chileno del batallón Colchagua del Ejército Unido
Restaurador que había llegado embarcado en la flota chilena con el grueso de
tropas procedente de Valparaíso al mando del general San Martín con el
propósito de culminar con la independencia de España, pues la fuerte guarnición
realista del Perú sería una amenaza contra cualquier emancipación de América
Meridional, según lo había calculado el general argentino y apoyado el general
Bernardo O’Higgins; posteriormente el padre se afincó en el Perú en la
provincia de Cañete y contrajo nupcias con
la dama cañetana Teresa Fernández.
A
los 22 años ingresó en la Academia Militar, optando por el arma de caballería.
En 1879 era teniente coronel en el regimiento Húsares de Junín, al mando de un
escuadrón del mismo y otro regimiento boliviano Húsares de Bolívar, partió de
Iquique al tenerse noticia de la toma del puerto de Pisagua por el ejército
chileno, siguiendo las órdenes del general Juan Buendía se encargó de cubrir la
retirada aliada siendo la tropa a su mando sorprendida y derrotada por la caballería
chilena al mando del coronel José Francisco Vergara en el combate librado en
las inmediaciones de la oficina salitrera de Germania el 6 de noviembre de
1879, en el cual resultó muerto en combate.
El
Regimiento de Caballería Blindada N° 113 acantonado en la ciudad Tacna lleva su
nombre.
José
Antonio Sepúlveda Aldea, el padre y su hijo Juan Buenaventura Sepúlveda
Fernández (Mayores detalles, pues son escasas las fuentes)
Su
historia comienza con el arribo de la expedición libertadora de San Martín al
Perú y junto a él llegó el patriota chileno Bernardo O’ Higgins y Riquelme,
quien brindó valiosa colaboración en la lucha por la independencia, por ello se
le cedió las Haciendas Montalván y
Cuiva, que habían pertenecido a don Pedro Arredondo. En 1825, Simón
Bolívar ratifica esta concesión. O’Higgins hizo traer de su patria a su hijo
Demetrio quien vino acompañado de un discípulo de aulas llamado Antonio
Sepúlveda Aldea. En 1838 llegó por mar al Callao de donde pasó a Cerro Azul.
Establecido
en el valle, Antonio Sepúlveda, cajero de las haciendas del general O’Higgins,
contrajo matrimonio con la dama cañetana Teresa Fernández, de cuya unión nació,
en la Hacienda La Huaca de Cañete, José Buenaventura Sepúlveda el 14 de julio
de 1848; se le bautizó en la Parroquia de la Concepción en Lima (actual local
del Congreso Nacional).
El
joven José Buenaventura a los 10 años se trasladó a Lima para estudiar
Educación Primaria. En 1864, a los 16 años de edad retornó a Cañete para
desempeñarse como mayordomo de campo de la hacienda Arona. Obedeciendo a su
vocación por la carrera militar, a los 22 años ingresó a la Escuela Militar. La
infausta guerra del guano y del salitre de 1879 lo encontró con el grado
militar de mayor de caballería; luego fue ascendido a comandante y enviado al
campo de operaciones.
El
6 de noviembre de 1879 se inmortaliza en la Batalla de Agua Santa o de Pampa
Germania, hecho que alcanza un gran significado puesto que había luchado contra
la patria de su padre, en defensa de la suya, el Perú, cumpliendo la promesa de
luchar y defender a su patria hasta morir. Junto con él ofrendaron su vidas
otros tantos, integrantes del Regimiento Húsares de Junín y Húsares de Bolívar,
a quienes comandaba.
En
esta acción, los jinetes chilenos dirigidos por José Francisco Vergara y
Sofanor Parra vencen a la caballería aliada comandada por el teniente coronel
José Sepúlveda -conforme lo tenemos narrado- en Pampa Germania, cercano al
oásis Agua Santa.
La
historiografía peruana y el historiador militar chileno Francisco Machuca
cuentan que los chilenos simularon una retirada con el fin de sacar a los
aliados de sus posiciones defensivas en la estación de Germania para luego dar
la vuelta y atacar a quienes les perseguían. Con ello en superioridad numérica,
con mejor armamento y cabalgaduras vencen a los aliados.
Según
parte de Vergara cayeron muertos alrededor de 60 a 70 aliados, entre ellos el
comandante Sepúlveda, tomando además 5 prisioneros. Los chilenos lamentaron la
pérdida de 9 soldados (3 muertos y 6 heridos).
Para
que estos hechos heroicos no quedaran en el olvido y perdure en la historia por
generaciones, en el año 1937, se crea el Colegio José Buenaventura Sepúlveda
que luego sería convertido en Gran Unidad Escolar por el presidente Odría, hoy
es la Institución Educativa JBS.
Los
restos del héroe cañetano fueron sepultados en el mismo campo de batalla.
En
1886, establecido el nefasto tratado de paz con Chile, el cónsul del Perú en
Iquique don Guillermo Billinghurst, nombró una comisión integrada por Pedro
Dávalos y Lissón, Santiago Devéscovi y Emilio Pardo Figueroa, para que
identificaran los cadáveres.
Los
restos exhumados en la Provincia de Tarapacá, entre los que se encontraban los
de Sepúlveda, llegaron al Callao el 13 de julio de 1890, celebrándose honras
fúnebres en la Iglesia Matriz de éste puerto, el gobierno declaró Duelo
Nacional los días 15 y 16 de julio. Luego fueron trasladados a la Iglesia de La
Merced en Lima, para sus correspondientes exequias. Llevados al Cementerio
Presbítero Maestro, descansaron allí hasta 1908 y el 8 de setiembre, durante el
mandato del presidente José Pardo, se inauguró la Cripta de los Héroes donde
finalmente descansan en paz, con el ascenso póstumo a coronel.
Fuentes:
Parte
de los datos han sido tomados, con algunas ediciones de forma, del blog de
Jonatan Saona:
La
Guerra del Pacífico 1879-1884 (Perú, Chile y Bolivia)
Carga de la
caballería chilena:
Grabados:
INTERNET, de libre disposición
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